Opinión

Érase un cine a una ciudad pegado (o viceversa)

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Exponía Pedro Blanco en la gala de clausura del Festival Ópera Prima que el compromiso significaba uno de los cuatro conceptos que definen la naturaleza del certamen. La décimo séptima edición, finiquitada este sábado con toda una 'premiere' de 'No culpes al Karma...',  ha dejado en Tudela un soplo de superación, de una madurez que llega a ser hasta reconfortante. El público responde; la ciudad y la comarca reciben y dan a partes iguales; los actores, directores y productores se marchan con un grato recuerdo. La presencia de Manuel Vicent, José Luis García Sánchez y Ángel Sánchez Harguindey en la primera fila de butacas del Cine Moncayo da buena cuenta de la fidelidad hacia la cita tudelana de auténticos catedráticos del cine y la literatura como ellos. Ese es el verdadero legado del festival.

'Las Furias', de Miguel del Arco, resultó la gran triunfadora de esta edición. La cinta, con un elenco que en símil futbolístico debería denominarse galáctico, fue la más votada por el público para el Premio Ciudad de Tudela y recibió además la mención especial del jurado. Un poquito de la emoción de Macarena Sanz, actriz novel en el cine (otra historia con sello Ópera Prima) se contagió a todos los espectadores de la fiesta final cuando dedicaba unas palabras de gratitud sobre el escenario del Gaztambide. A Raúl Arévalo se le premió por su sólida 'Tarde para la ira', una suerte de thriller entre la 'road movie' y las vueltas de tuerca de los Cohen, con pinceladas de Audiard, Tarantino o hasta el mejor Coppola. 'La puerta abierta', de Marina Seresesky, se ganó el favor del público joven y el reconocimiento por su mensaje de igualdad.

La del sábado fue una velada en la que volvieron a levitar, en forma de palabras y agradecimientos, las patas de este festival. La parte logística la cabalgan 'a pachas' las instituciones (Ayuntamiento, Castel Ruiz, Gobierno de Navarra) y, en mayor medida, el Cineclub Muskaria. Ver año tras año a los Julio Mazarico, Sixto Iragui, Alfonso Verdoy o Pepe Romano usar su varita para activar la magia del cine en el coqueto Moncayo motiva a cualquiera. Un Cine Moncayo que, además, gracias a su reciente remodelación, ha visto catapultarse la afluencia de público. Algo así como el Nuevo San Mamés del celuloide tudelano. Salas llenas a las ocho de la tarde y con tres cuartos de entrada a las seis no se ven en cualquier parte. "Un cine a una ciudad pegado", que recitaría Quevedo. O, casi mejor, al revés, pero esta vez sin sátira y con mucha verdad. Un público que hace cola, espera pacientemente, intenta no perderse ninguna película a concurso y aguarda con ganas el instante de dar su valoración en la papeleta. Suena romántico, pero sucede.

Y la otra base sólida, la del director, Luis Alegre. Año tras año redobla esfuerzos para contar con personalidades del cine con el caché suficiente como para dar lustre y más que eso: relumbrón. Esta vez las ausencias por diversas causas (Isabel Coixet y Ramón de España por salud) han raspado una pizca esa cristalinidad. La película 'Money', por ejemplo, se quedó huérfana de representantes en la rueda de prensa para los medios, algo un tanto descorazonador. Infortunios aparte, la anécdota (u odisea para el protagonista) del actor Álex García resume a la perfección el papel de Alegre en toda esta historia. García se dio una paliza con su viaje desde Colombia para estar puntual y presto en Tudela, algo que dejó sin palabras al propio cónsul español en Cartagena de Indias. "¿Por qué no lo cancelas?", le preguntó. "He dado mi palabra", respondió el joven intérprete. Su palabra. A Luis. Entonces es cuando uno piensa que este señor o bien es un superhéroe o alguien que, en efecto, convence. Y de qué manera.

Mikel Arilla

Periodista y redactor de Plaza Nueva