Opinión

Diario Santanero (Episodio 2) - Don Pepe y Santa Ana

Mi bisabuelo Pepe tocó durante más de 60 años el violín en la Novena de Santa Ana. Hace poco descubrí que le cantaban cariñosamente con la tonadilla de la novena de Celestino Vila.

IMG_5819
photo_camera Santa Ana, en la Catedral.

Lo primero, perdón. Me he saltado un episodio, así que en lugar de siete haré seis. No me da la vida. El 25 fue muy bien, gracias. Volví a reencontrarme con lo que algunos bares de Tudela han llamado este año #tardeo. Así, con hashtag y todo. Muy viral.

Hoy es el día grande de las fiestas y, como siempre me acuerdo de mi abuela Mari, santanera ella como ninguna, he querido ir más allá esta vez. Mi abuela Mari también tuvo una abuela, y dos. Una de ellas era a su vez la madre de José Álvarez Cruz 'Pepe'. Para no liarnos, el padre de mi abuela. Mi bisabuelo.

Hace unos meses reabrireron el Bar Winter en el Paseo Invierno. En realidad, el nuevo Winter no tiene nada que ver con el antiguo, que, según cuentan quienes vivieron su época de apogeo, reunía a muchísima gente en un ambiente distendido y con un toque genuino: la música en directo. Yo no sabía hasta hace bien poco que mi bisabuelo Pepe tocaba el violín acompañando a Don Paco, responsable del piano en aquel dúo magistral. Don Pepe y Don Paco.

Además de su aportación en el antiguo Winter, mi bisabuelo Pepe tocaba el violín en otro escenario que marcó su vida de una forma inmensa. Durante más de 60 años, fue uno de los violinistas que conformaban la parte instrumental en la Novena a Santa Ana. Como para que mi abuela no desarrollara ese fervor que, de una manera muy distinta y menos mística, se me ha pegado a mí.

Lo mejor de rememorar esta historia es que mi abuela, durante muchísimo tiempo, nos contaba que al bisabuelo Pepe le cantaban, siguiendo la tonadilla de la novena de Celestino Vila, una sonata cariñosa y de afecto cuando bajaba por la cuesta de la Torre Monreal y luego por la de la calle Eza. Ese "Pepe, querido Pepe" era para mi abuela la mayor muestra de tudelanismo que su progenitor podía proyectar al mundo. Pero en muchas ocasiones no le creímos. Hasta que hace un par de años, una persona muy ligada a la Congregación de Santa Ana, me confirmó la historia de viva voz. Mi bisabuelo Pepe era el "querido Pepe". 

No os he contado este rollo como una lección de historia contemporánea de nuestra ciudad, sino para reivindicar algo que es muy importante en este día concreto del calendario. Más allá de espiritualidad o fe, lo más bonito de Santa Ana es poder vivirla a nuestra manera.

Mi bisabuelo Pepe la amaba a través de la música. Mi abuela Mari a través de una fuerte creencia religiosa. No es más o menos santanero quien acude o deja de acudir a las ceremonias o quien muestra más o menos fervor. Santa Ana es un símbolo, sí, y tiene la capacidad de evocarnos sensaciones tan propias e íntimas que sería injusto catalogar grados de 'santanerismo'. El mio, de momento, no claudica. 

Me voy a comer (esto lo leeréis con 'retarding', como en la radio). Feliz día grande.