¡Se puede enseñar a un hijo a ser feliz! (2ª parte)

Etimológicamente Educar, viene de “ex–ducere” que viene a ser “conducir o inducir hacia afuera”, esto nos muestra el objetivo, el “a dónde”.

¡Se puede enseñar a un hijo a ser feliz!
photo_camera ¡Se puede enseñar a un hijo a ser feliz!

El otro día hablamos de la trascendencia de “desde dónde” educar, y lo encontramos en un lugar: lugar de “Los Grandes”. Ahora sí ¡los reyes de la casa somos los Padres!

Ahora toca el “a dónde” dirigimos a nuestros hijos.

Etimológicamente Educar, viene de “ex–ducere” que viene a ser “conducir o inducir hacia afuera”, esto nos muestra el objetivo, el “a dónde”: prepararles para, enseñarles a, ser felices… ¿pero, a ser felices cuándo, a dónde?: ¡cuando salgan afuera, al mundo! 

Por eso, principalmente cuando llegan a adolescentes, aunque también desde antes, nos debemos hacer la siguiente pregunta: ¿les estamos educando para que sean “buenos” en la familia, para nosotros, o para que sean “buenos” en la vida real, en el mundo exterior? ¡Porque en ocasiones estos objetivos pueden no coincidir!

¡Qué importancia cobran ahora conceptos como Responsabilidad: para lo que les permitiremos saborear todas las consecuencias de sus actos! O Tolerancia a la frustración: clave para el éxito, y para lo que debemos sostener, sin angustia, nuestros noes. O Autoestima, para lo que nos preguntaremos si nuestros hijos e hijas saben ¡realmente! qué nos gusta y enorgullece de ellos.

Queremos su Felicidad, para lo que, y los que me conocen saben qué frase viene ahora: “los padres y madres tenemos la obligación de ser felices para nuestros hijos”.

Por todo esto, siempre, educar es educarse. ¡Este pan traen bajo el brazo!