Psicología

El estereotipo que te impide verme

Lamentablemente la mayor parte de las veces, nos relacionamos con los demás y con nuestro entorno desde nuestro ego. La naturaleza del ego (de la mente), está compuesta por múltiples pensamientos y emociones interconectados entre sí, sobre el valor y significado de las cosas y las personas. Son el producto de años de aprendizaje, y su función es permitirnos vivir en el mundo material de la mejor forma posible. Sin embargo, funcionar desde el ego a veces puede traer catastróficas consecuencias, como es la deshumanización. Esta palabra reservada para graves acontecimientos en realidad es practicada a diario, generalmente desde nuestra profesión, pues cuando estamos trabajando, “dejamos de ser nosotros mismos” para colocarnos en el rol profesional que nos asigna la sociedad, actuando en consecuencia desde él, comportándonos como se espera que se comporte ese profesional. A veces nuestro rol profesional mejora la persona que somos en realidad, pero generalmente la empobrece, porque inconscientemente vemos a las personas con las que trabajamos como objetos de nuestro trabajo, tratándolas como tal: enfermos, clientes, niños, ancianos, turistas, proveedores, etc… y no como las personas que son.

"Tratemos al otro como trataríamos a nuestro mejor amigo"

 

Además, tanto en nuestra profesión como en nuestra vida personal, nos hemos habituado a tratar a los demás en base al estereotipo que nos hemos creado de él o ella. Esto se debe a la necesidad de control que rige nuestro ego, al cual le resulta mucho más fácil relacionarse con las personas en función de una idea conocida (preconcebida), que manteniendo una actitud de apertura constante necesaria para conocer realmente a la persona que tiene delante.

Permitiendo que nuestras relaciones (sean a nivel profesional o personal) se basen en las etiquetas que tenemos de los demás, estamos despersonalizándonos tanto a nosotros mismos como a los demás, y contribuyendo a una deshumanización que tanto criticamos a otros. Para evitarlo, basta con tener siempre presente el mensaje que ya se nos dio hace dos mil años: “ama al prójimo como a ti mismo”. Es decir, tratemos al otro como trataríamos a nuestro mejor amigo. Y demos a él o ella, lo mejor que podamos. Esforcémonos por ver en el otro, nuestro propio ser. Al tratar al otro como persona, y no como “paciente, estudiante, vecino, compañero, dependienta, primo, jefe, camarero, etc…” o cualquier etiqueta mediante la que nos relacionemos, seguramente encontremos a una persona tan interesante como podamos ser nosotros mismos para ellos.

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