Psicología

Cuando no vemos salida

Álex Rovira (2009) en su libro ‘La buena crisis’ menciona un experimento que describiré a continuación para ilustrar el tema que quiero tratar:

Se observaron dos grupos de orugas que ya se encontraban en sus respectivas crisálidas (comúnmente llamadas “capullos”). Al primer grupo se les raspó ligeramente la crisálida, para facilitar su salida (ya convertidas en mariposas), mientras que al segundo se les dejó en su proceso natural. El resultado fue que aquellas orugas a las que se les había ayudado a salir, no pudieron volar, ¿por qué?.

Una crisis es aquel momento en la vida que, prolongándose en el tiempo, nos desestabiliza en varias facetas de nuestra vida. Por ejemplo económicamente, socialmente, con la familia, la pareja o con nosotros mismos. Y nos hace sentir que no hay fácil solución, o incluso que no existe ninguna. Este estado puede dañarnos enormemente, e inducirnos problemas físicos o mentales de gravedad. 

Aquí hemos tomado el experimento de las orugas para explicar el proceso de las crisis que a veces vivimos. Imaginémonos ser una oruga dentro de nuestra crisálida; todo está oscuro, es asfixiante, no podemos movernos ni respirar, nuestro cuerpo ya convertido en mariposa, no cabe en la estructura que construimos cuando teníamos forma de oruga. Literalmente, sentimos tanta opresión que creemos vamos a morir ahogados. Así que intentamos salir de allí con todas nuestras fuerzas, moviendo nuestras alas recién estrenadas, hasta que por fin, rompemos la crisálida y sintiendo una liberación inexplicable, salimos volando. Sin embargo, volviendo a nuestro experimento anterior, las orugas cuyas crisálidas fueron raspadas (debilitadas) para facilitar su ruptura desde dentro, no consiguieron volar. Eran mariposas que se comportaban casi como orugas. No se habían transformado realmente.

La paradoja es que esos momentos de angustia, en que creemos que no hay salida, que todo está acabado, que vamos a morir (“muerte del ego”), en que agotamos todas nuestras fuerzas luchando por solucionar esa situación…  son requisito imprescindible para salir de nuestra aflicción. Habernos esforzado al máximo batiendo nuestras alas para escapar, las dotó de la fuerza necesaria con las que acto seguido podríamos volar. ¡¡Desde dentro del capullo no podíamos ni imaginar que seríamos una mariposa, ni que pasáramos de arrastrarnos por la tierra a poder volar por los aires!!

En definitiva, este experimento sirve para entender que incluso ese sufrimiento que nos trae la vida, en forma de crisis por ejemplo, y aunque se mantenga por un tiempo… es la catapulta para pasar a un estado mayor de realización personal. Es la transcendencia de nosotros mismos. Ha sido inevitable sentir que “moríamos” para activar los recursos necesarios que expandirían nuestro ser. Sintiéndonos asfixiados y luchando por sobrevivir no éramos conscientes de lo que nos esperaba. Sin embargo, aquella angustia en el fondo era imprescindible para nuestro crecimiento, para el desarrollo de todas nuestras potencialidades. En este sentido, podemos entender que la próxima vez que llegue una crisis a nuestra vida, en el fondo lo que está ocurriendo es que nuestro ser se está transformando, con dolor sí, pero en dirección a una expresión amplificada de nosotros mismos, es decir, más evolucionada y poderosa. Confiemos en los malos tiempos, y aprendamos lo necesario. Seguidamente desaparecerán y hasta podremos agradecer lo ocurrido.

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