Voy con poco presupuesto motivado por completo
por un punto de inflexión. Hoy vengo desde Herrerías
muy contento, la verdad, porque como es natural
tratar de vivir la fiesta aliviando el presupuesto
es digno de destacar a pesar de que es muy caro
-si analizo la cuestión- tanto gasto demencial.
Voy camino de la plaza con mi pañuelico rojo
adherido a mi muñeca y a pesar de que voy preso
por mi propio advenimiento se me hace llevadero
este look de mozo hambriento y este porte juvenil
que hoy pongo de manifiesto, en la voz de Plaza Nueva.
Atestado de motivos me da un vuelco el corazón
y ante esta multitud me pregunto todavía
si el cohete anunciador que saldrá desde el balcón
de la casa del reloj subirá hasta el mismo cielo
para dar a los que vuelan, el mensaje de salida.
Me pregunto todavía, si en el cielo anunciador
habrá fiesta para tod@s. Si habrá bandas, timbaleros
clarineros y gaiteros. Si habrá juegos y verbenas
Txistulares y comparsas, cabezudos y joter@s.
Me pregunto si en el cielo, los gigantes también vuelan.
Luego pienso en los auroros y me quedo relajado
porque el largo recorrido que acompaña al griterío
de los juegos infantiles y el jolgorio callejero
son los largos que amenizan todo paso desmedido
que se acerca sin medida, a la ciudad de Tudela.
Mientras calmo y organizo mis tensiones controladas
se hace un tibio anunciamiento en la bóveda celeste.
Sube al cielo con estruendo el cohete que lo anuncia.
Las pasiones se desatan y al compás de las charangas
la locura se hace cargo, de la fiesta una vez más.
Ruge Yanguas y Miranda y en la calle Gaztambide
se organiza a la carrera un continuo devenir.
Me imagino por los cielos para ver si allí se está
tan profundo como aquí y le llevo en el pañuelo
un perfume de albahacas y una luz a santa Ana.
Hoy quería compartir el sonido de la vida
y la voz de este gran día con la luz de la mañana.
Hoy quería ser capaz de rendirle un homenaje
a la gente Tudelana estas fechas señaladas
de vital asombramiento y especial diversidad.
