Plumas al cierzo

Gigantes

Reyes o campesinos, hombres o mujeres, indios, moros, negros, asiáticos, desteñidos… de toda raza y condición: son los gigantes. Personajes elevados a la categoría de mitos, que bailan al ritmo de la música o se pasean con porte elegante entre la expectante chiquillería que ha aprendido sus nombres.

Gigantes que se ha ido haciendo más humanos. Y que ahora  muestran sus vísceras de andamiajes de maderas y acercan sus rostros de cartón piedra hasta la altura de los más pequeños para recibir un beso. Gigantes que son la excusa para destetar del chupete a esa infancia que va a pasar de la guardería a la escuela. Gigantes que nos enseñan que todos tenemos un valor por el que podemos ser gigantes en muchas facetas de la vida.

Después de la Fiesta, regresarán a sus almacenes de invierno hasta que una nueva cita los saque de su gigante silencio. Bueno, eso es lo que se dice. Pero, como ocurre en “El soldadito de plomo”, muchas personas creemos que, mientras los demás dormimos, los gigantes tatarean las melodías aprendidas de bandas y gaiteros, y se ponen a bailar.

Ellos también están enamorados.    ​

Pepe Alfaro Calvo