Pese al frío de nuestros corazones
nevados hasta la inutilidad,
pese a tanta palabra
cocida con marisco y una docena de sueños
mirándole el escote a la luna,
pese a las callejeras
luces del despilfarro y los licores
abriendo zanjas entre el amor y la cordura,
pese al derroche amargo de los dulces
y otras amnesias,
pese a tanta noticia incidiendo a la contra,
pese al llanto y la prisa,
pese a la cerrazón de los poderosos,
pese a la raya continua de los despropósitos
y los días tirados
por la ventana del exilio
como una compra absurda,
pese al establo de los interiores
y el ángel San Gabriel
anunciando café para unos pocos,
pese a no tener cuna la razón de la vida
y ser San José eterno carpintero,
pese a sufrir María el impuesto directo
de nuestros desatinos,
pese a tanto reproche a la existencia,
pese al pesar doliente de este incauto poema:
la Navidad ya aviva los abrazos que Dios
da a nuestros corazones.
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