¡Que viene, que viene!

¡Qué emoción! Por fin llegaba el día de la visita de Franco a Navarra. Vino de Rincón, por Valverde (Cintruénigo), donde le salió a recibir el Gobernador Civil y el diputado foral Uranga. El destino era Yesa, donde inaguraría el pantano. Fue un viaje feliz, esmaltado por el entusiasmo de los muchos que conocían el pasa de S.E.. No pararon hasta Tafalla, y allí lo justo para saludar y ser saludado por el alcalde.

Era proverbial la capacidad de aguantar las ganas de mear de su excelencia, lo que era un tormento para quienes la acompañaban. Además vino sin su mujer.

Llegó a Sangüesa, donde pasó por el arco de triunfo de follaje. A los chavales y chavalas de la escuela les dieron fiesta y bandericas y se lo pasaron fenomenal, ya que era toda una comitiva la que desfilaba: sección de motoristas, coches de alto, personal de la Casa Civil y muchas personas, pero no paró y se fue a Javier.

Llegaron a las ocho al patio de los aprendices de Jesuitas, donde le esperaban el Arzobispo, presidente de la Audiencia, Fiscal, Ingeniero Jefe del Distrito Forestal, Diputación Foral en pleno, alcalde de Pamplona, Consejero Provincial del Movimiento y muchos más. Sonriente y gentil, saludó a todas las representaciones, en paciente recorrido. Luego fue a rezar a la capilla del castillo, donde el Arzobispo le ofreció agua bendita con sencilla y magna solemnidad. El padre Recondo le enseño el castillo, iluminado por la Aviación Pirenaica de Zaragoza.