Nuestra dependencia de los combustibles fósiles finitos, contaminantes e importados nos ha reportado graves problemas. El cambio climático o la contaminación son algunas de estas consecuencias negativas.
Otro problema es el del ozono troposférico: este es un contaminante secundario que se forma a partir de precursores como los óxidos de nitrógeno y los compuestos orgánicos volátiles que generan nuestros vehículos a motor o algunas empresas en combinación de la radiación solar.
Los efectos sobre la salud humana, vegetación y cultivos son notables. Las personas más afectadas por este gas irritante son niños, personas mayores, mujeres embarazadas y personas con enfermedades respiratorias y cardiovasculares crónicas. La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) estima en 1.800 las muertes en España por la exposición a niveles de contaminación por ozono. También la AEMA nos destaca como uno de los países europeos con mayores daños sobre la agricultura: 122.000 kilómetros cuadrados, dos terceras partes de la superficie cultivada. La exposición a altos niveles de ozono provoca importantes problemas a la vegetación y disminuye el rendimiento de los cultivos. Los costes sanitarios derivados de la contaminación por ozono representan alrededor de 5.000 millones de euros al año, un 0,33% del PIB español, según el Banco Mundial, sin considerar el coste de los daños provocados sobre los cultivos y los ecosistemas naturales.
En Navarra 230.000 habitantes respiraron aire contaminado por ozono durante 2016; el 36% de la población y el 74% del territorio de la Comunidad Foral estuvieron expuestos a unos niveles de contaminación que superan las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, OMS.
Ante las superaciones de los límites que marca la legislación es preciso que el Estado y las Comunidades Autónomas como Navarra elaboren Planes de Mejora de la Calidad del Aire. A su vez es necesario un cambio de modelo que supere los combustibles fósiles y dé paso a energías 100% renovables.
