Viviendo la fiesta con...

Blanca Aldanondo: “Para mí, llevar la cámara en la mano y fotografiar durante estos días es la mejor ‘juerga’ posible”

Hace 25 años Blanca Aldanondo ya estaba ‘al pie del cañón’, como se suele decir en el argot periodístico, inmortalizando los momentos más destacados de las fiestas. En realidad comenzó hace ya tres décadas, en las que ha vivido la evolución de la sociedad y de la tecnología en el trabajo. 

Blanca Aldanondo con dos elementos de los que no se separa. Su mochila y su cámara... bueno, una de las muchas que tiene
photo_camera Blanca Aldanondo con dos elementos de los que no se separa. Su mochila y su cámara... bueno, una de las muchas que tiene

Blanca Aldanondo se encuentra más cómoda detrás de la cámara que delante. Mucho más cuando busca las imágenes en entornos menos habituales. Ahí suele encontrar las mejores instantáneas. “Cuando vuelves para casa o para la oficina, por ejemplo. Una vez me encontré a cuatro chavales que, aunque vestidos de blanco y rojo, iban por una calle por la que no pasaba nadie. E iban montados en un carro de supermercado. La foto fue espectacular”, cuenta. Probablemente, por esa naturalidad con la que retrata e inmortaliza, a nadie se le escapa su habilidad en una ciudad de tamaño pequeño como Tudela. Una ciudad cuyas fiestas han contado no desde hace 25 años, sino desde hace 30, con el objetivo privilegiado de Aldanondo.

Han cambiado muchas cosas. En Tudela y en las fiestas. A los ojos de Blanca, quizás la mayor transformación se ha dado en las formas de ocio para los jóvenes. “Ahora tienen muchas más alternativas en el programa. Hace 20 o 30 años, las fiestas consistían en un esquema de ‘sota, caballo y rey’. Cohete, actos religiosos y populares, Revoltosa… quien no encajaba ahí tenía que buscarse otros alicientes”, señala. Curiosamente, muchos de sus recuerdos de aquella época, que es lejana y reciente al mismo tiempo, son “en blanco y negro”.  “A nivel de trabajo en prensa, vivíamos en la era analógica y eso podía ser un problema. No teníamos los ritmos que tenemos ahora, casi inmediatos”, explica. Como anécdota, compara las más de 800 fotos que puede acumular del acto del chupinazo actualmente con las escasas 30 de los años 80 y principios de los 90, debido a las ya obsoletas cámaras de entonces. “Del encierro si sacabas 4 fotos ya habías cumplido y el que tiraba 6 era de los buenos de verdad”, señala riendo.

Sus imágenes favoritas no son de actos concretos, sino las espontáneas

Aldanondo comenzó su andadura en Navarra Hoy en el año 1987. Entonces las crónicas se enviaban por fax y las fotografías viajaban hasta la redacción central de Pamplona en taxi, a veces incluso junto con los rollos del periódico de la competencia. “El último autobús salía a las 16:30 y estuvimos así por lo menos hasta 1999”, asegura. En toda esta trayectoria, no se ha perdido ni un solo año de Fiestas de Santa Ana. Y, aunque todos los 30 de julio su cuerpo y su mente le piden desconectar, tiene claro que los ha disfrutado mucho. “Para mí, la sensación de ir con la cámara por la calle y fotografiar es la misma que para otros la juerga. Me produce tanta satisfacción que lo hago encantada. Eso sí, cuando terminan las fiestas estás molida, eso nos pasa a todos los compañeros. En mi caso me toca cubrir los actos de la tarde y la noche para Diario de Navarra, pero después no fallo al encierro, ni a la procesión… si no es por trabajo en el periódico es por trabajo para mí”, explica.

"Creo que el programa ha evolucionado sobre todo en el tema de los jóvenes, que ahora tienen más alicientes. En los 80 y los 90 las fiestas tenían un esquema de ‘sota, caballo y rey’, de cohete, actos religiosos y populares, Revoltosa y poco más; quien no encajaba ahí tenía que buscar otras cosas"

Los años del kétchup

Pese a que en muchas ocasiones los fotógrafos se exponen a sufrir ‘daños colaterales’ en algunos momentos concretos de la fiesta –especialmente el día 24 de julio- , ella no recuerda que haya tenido que ‘jubilar’ ningún equipo por culpa del champán, el vino o cualquier otro elemento. “Siempre vas con cuidado”, dice. Sí que reconoce que vivió una época en la que la plasticidad de los chupinazos se perdió por completo, cuando estaba más de moda que los jóvenes se tiraran harina, kétchup, mostaza o huevos por encima antes de las 12 del mediodía en la misma plaza. “Aquello era terrible. No solo en Tudela, también en otros pueblos de la Ribera. En Arguedas recuerdo que las paredes de la casa consistorial se teñían de naranja por la mezcla de kétchup y mostaza. Y llegó hasta tal extremo que tengo alguna que otra foto de la plaza de los Fueros como si en lugar de gente hubiese una nube blanca enorme, y es por la harina”, señala. Precisamente el año pasado tuvo que redoblar su precaución momentos antes de que se prendiera la mecha del cohete. “Suelo ponerme con una escalera en la plaza de los Fueros, cerca del meollo, para sacar fotografías de la multitud esperando a que empiece la fiesta. me cayó algo de champán, pero nada más. Es normal y a los jóvenes se lo perdono porque hay ciertas edades en las que se hacen ese tipo de cosas”, reconoce.

"El principal cambio que he visto, sobre todo en el ámbito de trabajo, es el paso de lo analógico a lo digital; antes, hacer 4 fotos del encierro era un éxito total; del día del chupinazo hemos pasado de tirar alrededor de 30 a más de 800"

Los encierros

Pese a que de sus actos favoritos para fotografiar, no se quedaría con ninguno en especial, sino, como relataba al principio, con los pequeños momentos espontáneos. “Sí que es cierto que, por ejemplo, en el encierro, me entra el instinto de madre cuando veo a los mozos corriendo delante de los toros y chocando o cayendo. Hay ocasiones en las que me gustaría dejar la cámara para advertirles o indicarles, porque lo paso un poco mal”, confiesa. “En ese sentido, los encierrillos infantiles se agradecen como actos para sacar fotos, porque no existe ese peligro y además tenemos ‘autorización’ para estar dentro del recorrido”, bromea.

Si hay algo que resalte durante las fiestas que no sea habitual el resto del año es la predisposición de la gente a ser retratada por las cámaras de los profesionales de la prensa. Una especie de tregua y entrega a los ‘flashes’, una exposición pública que no se da en otros momentos, de menos jolgorio y espontaneidad. “Es una gozada para cualquier fotógrafo porque, básicamente, la gente te va buscando y te pide que les saques. Ocurre en el cohete, en la procesión, en las bajadas de los toros... es increíble cómo puede cambiar la predisposición. En mi caso, por la gente que me ve a diario y me conoce tengo menos problemas en otras épocas del año para sacar a gente en mis fotos, pero no es lo habitual que se dejen tanto”, resalta.

"Estos días son una gozada para cualquier fotógrafo porque la gente, básicamente, te busca y te pide que la retrates; durante el resto del año no existe esa predisposición a exponerse que hace especiales estas fechas"

Las fiestas del futuro

A ella le tocó aguantar esos ‘flashes’ cuando fue elegida como Tudelana Popular en 2014. “Paso muy malos tragos cuando tengo que estar de cara al público”, dice riendo. Cuando te paran por la calle y te felicitan es muy bonito, pero cuando llega el momento... en mi caso lo pasé mejor porque mis compañeros hicieron una velada divertida con detalles que no me esperaba”, afirma.

Para Aldanondo, echar la vista atrás con respecto a las fiestas es más sencillo que aventurar que ocurrirá dentro de 25 años, aunque tiene claro que habrá cambios. “Uno de los temas que creo que va a transformarse por completo es el de los festejos taurinos. No me considero taurina, ni tampoco anti, pero sí que creo que en pleno siglo XXI no tiene demasiado sentido un espectáculo como este, por la propia evolución de la sensibilidad de la sociedad. No es cuestión de prohibir nada, pero sí pienso que va a cambiar. Y lo cierto es que no me imagino unas fiestas más allá del año 2040 en las que se den festejos con muerte”, reflexiona.