El término biomasa es uno de los más utilizados en los círculos energéticos de hoy en día. Sinónimo de sostenibilidad y ahorro, se trata de una fuente de energía que puede resultar innovadora para las nuevas generaciones que sólo han conocido los combustibles fósiles o los sistemas de calefacción convencionales, pero que se trata de una especie de ‘vuelta al pasado’. Siempre mirando al horizonte de la eficiencia, la optimización de recursos y el mantenimiento del medio ambiente en consonancia con el bienestar y la movilidad de las personas.
¿Qué es biomasa?
La biomasa, en esencia, es toda la materia orgánica (restos de seres vivos) producida por estos como consecuencia de sus actividades vitales. Todos aquellos restos producidos por los seres vivos son biomasa, por ejemplo la madera, las hojas de los árboles, cáscaras de frutos secos, excrementos de animales, restos de poda, reciclado de aceites, aceites obtenidos de plantas o animales, basuras orgánicas producidas por el hombre, residuos agroalimentarios, etc.
La primera fuente de energía utilizada como biomasa fue la madera para hacer fuego y cocinar alimentos. Con el paso del tiempo el hombre utilizó la biomasa como fuente de energía, sobre todo quemando restos de árboles, de podas, etc. Hoy en día tenemos fuentes de biomasa para utilizar como fuentes de energía renovable de tipos diferentes.
Es importante diferenciar que la biomasa como fuente de energía se clasifica en tres grupos. La biomasa natural, que produce la naturaleza sin la intervención humana; la biomasa residual, resultante de actividades agrícolas, ganaderas y de la industria en general; y la biomasa procedente de cultivos energéticos, utilizada para combustibles como el biodiesel. Todas ellas sirven como fuentes de energía en diferentes variantes y suponen actualmente una parcela en la que se incide para fomentar el ahorro energético y mitigar aspectos negativos para el medio ambiente como las emisiones de CO2.
