Tudela

'Santaneras' de cámara

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Público en los cambios

Los piropos a Santa Ana se suceden durante la procesión del día 26. A lo largo de todo el recorrido, una multitud de tudelanos y tudelanas venera a su 'abuela', y normalmente muchos comentarios hacen referencia a la elegancia y belleza de sus ropajes.



Para que Santa Ana dé siempre la talla en lo que a apariencia se refiere, no existe la magia, ni siquiera la gracia divina. Solamente el trabajo desinteresado de dos mujeres cuya labor permanece en un segundo plano. Igual que si de unos pergaminos custodiados en arcas poco accesibles se tratase, María Jesús Ramírez y María Pérez guardan con celo todos sus trucos y secretos. Ellas son unas de las pocas personas afortunadas que conocen las vicisitudes que rodean a la 'abuela' de todos los tudelanos. Pueden decir bien alto que su trabajo es ser nada más y nada menos que las camareras de Santa Ana.



Ya de buena mañana, la Catedral abre sus puertas para que más de una decena de personas la pongan a punto en todos los sentidos. El personal de limpieza se afana en dar brillo a la seo, pero por allí también aparecen María Jesús Ramírez y María Pérez. Su objetivo es la capilla y, más concretamente, la figura de la Santa. "Echamos un vistazo, si todo está correcto, nos vamos, pero si hay que tocar alguna tela o limpiar algún detallito nosotras estamos para eso", afirma Ramírez.



El cometido de estas dos mujeres es cambiar de ropa a Santa Ana dependiendo de la época del año y los colores de la Iglesia que correspondan en función del momento del año. La santa llevará puesto un determinado manto dependiendo de si es Semana Santa, Navidad o Adviento, por ejemplo. Lo vienen realizando desde hace más de 40 años. "Mucha gente viene a ver cómo hacemos el cambio, sobre todo de cara a fiestas, ya que se realiza siempre a pie de altar", relata María Pérez, que es la veterana a sus 92 años.



A María Jesús Ramírez le acompaña todas las mañanas Luis Donlo, quien, como ella y su otra compañera de fatigas, forma parte de la Junta de la Congregación de Santa Ana. Además, hay otras dos personas que les ayudan en los cambios más costosos.



Si hay un momento de cambio que alberga mayor trascendencia, ese tiene lugar en la segunda quincena de julio. Justo en la víspera del comienzo de la Novena de Santa Ana a la patrona se la engalana con un traje color crema que lleva el escudo de la ciudad. Para las fiestas en su honor, antes del día 26, a la patrona se le atavía con el mejor conjunto que ostenta la Congregación: el clásico vestido de oro que llevará puesto durante el resto de la semana festiva y, cómo no, en su procesión por las calles del Casco Antiguo de la ciudad en el día grande. "Ese vestido, el de oro, lo trajeron de Filipinas, porque allí había una Congregación donde se encontraba un cura navarro", cuenta Ramírez.

La anécdota es chocante, aunque la procedencia de los vestidos y mantos tiene su historia particular y entrañable, ya que, por ejemplo, los más antiguos, fueron donaciones de familias. "Otros se han confeccionado en Córdoba y hay uno morado que la Congregación compró en Valencia", prosigue María Jesús Ramírez.



El manto más reciente fue regalado hace ahora unos diez años de manos de una mujer que preguntó cuál era el color que faltaba en la colección. "Le dijimos que el verde, porque realmente era el que faltaba. Y la verdad es que al principio se hacía raro ver a Santa Ana con un manto verde", añade. "Aún así -matiza María Pérez- el color verde es necesario porque representa también los colores habituales de la Iglesia".



¿Cómo es cambiar de ropa a la patrona? Según las camareras, se trata de un acto de muy poca publicidad pero que cuenta con su público fiel. "Nos consta que viene incluso gente que no es necesariamente muy religiosa, o que, por lo menos no asiste a la Novena. Vienen a presenciar el cambio", cuentan ambas. "Sobre todo el del día 15, antes de la Novena, es un momento cargado de emoción", añade Ramírez.



Una de las curiosidades es el cuidado por el detalle a la hora de vestir a la santa. Para los cambios de ropaje previos a fiestas de Tudela se le sustituyen incluso las enaguas. "Todas llevamos refajos, Santa Ana también, por supuesto", narra María Jesús Ramírez con una sonrisa. "Y aunque venga mucha gente a ver cómo lo hacemos, tratamos de ser discretas. No nos gusta que a Santa Ana se la vea en enaguas", añade María Pérez.



Una sesión de colocación de la vestimenta pertinente puede durar "una media hora", siempre que el manto o vestido tenga un peso estándar. En el caso del vestido dorado específico para la semana de fiestas, el trabajo normalmente es menos llevadero, ya que el peso aumenta exponencialmente. "Pesa mucho, no sé cuánto, pero puedo asegurar que pesa mucho", incide María Pérez.



Uno de los momentos más emocionantes que ambas camareras han vivido tuvo lugar en los años en los que la Catedral estuvo en obras. Al tener que trasladar a Santa Ana a la Iglesia de San Jorge, en una ocasión coincidieron el arreglo de la Virgen del Día del Ángel y uno de los muchos cambios de ropa de Santa Ana. María Jesús Ramírez y María Pérez lo recuerdan con cariño. ¿El futuro? "Hasta que el cuerpo aguante, aquí estaremos", coinciden ambas.