Tudela

Laura Díaz Sayas, psicóloga de la Asociación Española Contra el Cáncer

¿Es el cáncer un tema tabú? ¿Por qué?

del cáncer más abiertamente. Sin embargo, sigue siendo una enfermedad de la que cuesta hablar de forma

clara empezando por su término. Con la palabra “cáncer” se denomina a un conjunto de enfermedades

distintas entre sí, pero con una característica común: la multiplicación irregular de células. Cuando surgió

esta palabra hace muchos años, las tasas de mortalidad eran muy elevadas y parecía que utilizar otras

expresiones desdramatizaba la enfermedad. En estos momentos sabemos que el cáncer no es sinónimo de

muerte, pero aún así la palabra sigue generando miedo; miedo y temor a la muerte, al dolor, a los efectos

secundarios o a dar pena.

Muchas veces pensamos que al no hablar de ello es como si eludiéramos el problema, ¿por qué tenemos tanto miedo a hablar?

Muchas veces las personas nos dejamos llevar por la creencia de que de lo que no se habla no existe, como

si eludir el tema hiciera desaparecer la situación y eso es un error; evitar u ocultar de forma continua esta

realidad puede suponer por un lado un desgaste a nivel emocional por las emociones contenidas y por otro

lado el aumento del sentimiento de soledad. No hay forma eficaz de enfrentarse a las cosas si uno no habla

de ellas.

Otras pensamos que es mejor no hablar de cáncer delante del enfermo por educación pero, ¿puede servir de terapia para el paciente?</b>

Hablar del cáncer con la pareja, la familia o los amigos puede ayudar a aliviar ese maremágnum de

sentimientos que se generan y a sentirse acompañado ante este gran reto; esto es así siempre que sea al ritmo

del paciente. Es una realidad que a veces no se habla de la enfermedad o de los tratamientos, de los miedos o

de otras emociones por intentar evitar sufrimiento, y aunque la intención sea la de proteger, por lo general no

ayuda. No se puede afirmar que siempre sea bueno compartirlo y tampoco que siempre sea malo evitarlo; lo

determinante serán las necesidades del paciente en cada momento. Si se crea un clima de confianza y el

paciente se muestra receptivo, el poder hablar de dificultades, preocupaciones, nuevos planteamientos o

incluso aprendizajes, le ayudará a sentirse liberado, reforzado y reconfortado.

Hablar de la enfermedad, por tanto, es importante.

Es importante la actitud con la que se afronta la enfermedad. El ser humano tiene una gran capacidad para

hacer frente a las dificultades y salir adelante. Para ello, es capaz de utilizar sus propios recursos y uno de

ellos es la comunicación con su entorno.

¿Cuál es la actitud más común del enfermo hacia su enfermedad?

En un primer momento existen tantas reacciones como personas afectadas: llanto, tristeza, bloqueo, rabia,

búsqueda de información, racionalización... Estas reacciones entran dentro de la normalidad y resultan

necesarias al ser la manera que tiene la persona de expresarse. Es normal que en algún momento la persona

sienta cierta desesperanza, porque el camino de la adaptación es difícil; hay momentos en los que uno se

siente más fuerte para superar los obstáculos y momentos en los que flaquean las fuerzas. En ocasiones, hay

enfermos con actitud habitual de negación, derrota, indefensión o desesperanza, sin embargo la mayoría

muestran una actitud activa frente a la enfermedad. Esta actitud les ayuda a centrarse en lo que está en su

mano: a descansar, a alimentarse bien y a cuidarse para recibir los tratamientos.

¿Qué actitud debemos tener ante las personas enfermas de cáncer?

A veces se teme que por preguntar cómo está, el paciente se derrumbe; otras, que si se espera a que sea el

paciente el que tome la iniciativa, quizás piense que no le importa al resto. Y es que encontrar el término

medio no es fácil. Es importante mantener el tipo de relación que se ha mantenido hasta el momento, con un

poco más de empatía, comprensión y disponibilidad. Algunas pautas más concretas que pueden servir de

ayuda para propiciar un clima de confianza, que facilite conocer sus necesidades son: observar y mostrar

disponibilidad, no tener prisa; escuchar respetando los silencios y sin interrumpir; dejar llorar sin bloquearlo;

preguntar antes de suponer qué es mejor para el otro; evitar los “tienes que” al enfermo; y evitar contar

historias de otros pacientes y hacer comparaciones.