Ablitas

Txistorrica y panceta en el Yugo para los peregrinos a Javier

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No habían dado las 10 de la mañana y los cocineros de Murchante ya tenían todas las mesas preparadas y la txistorra en el fuego para dar de comer a sus vecinos, que llegaban en grupo con muy buen ambiente y humor. Poco a poco se iban sentando para reponer fuerzas y por arte de magia las voces iban dando paso a los chasquidos del pan y al freír de la txistorra. Mientras tanto, en el mismo aparcamiento del Yugo pero un poco más apartados, los de Monteagudo disfrutaban de un almuerzo más tranquilo, con las latas de Aquariuns intacta y alguna botella semivacía, charlaban sobre la etapa que les esperaba.

Mientras tanto llegaban todos los chavales de la ruta Quetzal con ese chaleco amarillo inconfundible. La mayoría llegaba con ganas de sentarse un poco, pero antes buscaban alguna de las numerosas cámaras que estaban atentas a la llegada de todos los peregrinos. Los de San Jorge les seguían los pasos y el reencuentro con amigos de otros grupos dibujaban bonitas estampas en un paraje inigualable con el sol en el cielo, y el cierzo intentando meterse por cada uno de los pinos que franquean la Virgen del Yugo.

Ya en la ermita se escuchaban las primeras jotas, las primeras oraciones y los múltiples vivas a la Virgen del Yugo. Mientras esperaban su turno, Javier e Iñaki de Tudela aprovechaban para llevarse unos trozos de txistorra a la boca. Las parrillas no daban tregua a los simpáticos cocineros que entre tanda y tanda se interesaban por saber si habían salido buenas las pancetas y txistorras probando alguno de los ejemplares.

A los de Murchante se les volvía a escuchar con sus risas y anécdotas, y es que en la mesa apenas quedaba ya algún trozo de hojaldre y casi habían agotado ya con todo lo que tenían preparado para comer, que, por cierto, bien bueno estaba. Cuando tomaban el último sorbo de café, y algún patxarán que otro, los del grupo Quetzal retomaban la travesía a Javier y aparecían los de Cascante por el camino, algunos incluso en silleta.

Por la ermita iban pasando los de Tudela, Murchante, Tulebras y Cascante antes de emprender de nuevo la marcha. Los más rezagados, los de Ablitas, apuraban sus últimos momentos antes de partir y nos obsequiaban con un señor bocata de txistorra, de la buena.

Y entre los silbidos del viento y el sonido de los estropajos, la Virgen del Yugo volvía a retomar su normalidad mientras veía alojarse a los peregrinos por el desierto de las Bardenas.

¡Buen camino!

PD: podéis ver todas las fotografías de la Javierada en nuestro álbum de Facebook: Javierada 2017.